viernes, 23 de mayo de 2008

PARA UN AMIGO QUE ESTÁ POR CASARSE

Me ha llegado una tarjeta de un amigo comunicándome gentilmente que va ha contraer nupcias. Lo conozco de hace muchos años y sinceramente nunca he visto tanta nobleza y honestidad en frente alguna, ni tan mejor aspirante a la felicidad que mi buen amigo José Ordóñez Jara.

Y yo, que no soy nada de lo que es él, me digo para mis adentros: ¿Por qué un hombre tan feliz desea voluntariamente hacer infeliz su existencia? ¿Qué extraño sortilegio nos mueve a los seres humanos a casarnos?

Bueno, dicen que la desgracia del pobre el rico la codicia. ¡Así es la vida! Los solteros ansían casarse y los casados (generalmente) no hallan la hora de romper el yugo matrimonial. Estoy seguro que el aludido leerá antes esta misiva y quien sabe pueda reflexionar antes de cometer semejante disparate.

Un hecho concreto es que el matrimonio es una institución decrépita, que no sólo está en crisis, sino que se halla en franca extinción. Dentro de algunos años estoy seguro que el Diccionario de la Real Academia Española, al referirse al vocablo “matrimonio” dirá: Antigua y anacrónica institución social que utilizaban los humanos del siglo pasado en sus agrupaciones tribales más atrasadas. Fue abolida paulatinamente a medida que la libertad de la mujer fue avanzando y la inteligencia del varón fue des- afiebrándose.

Un segundo párrafo dirá tal vez: El matrimonio fue una rancia y añeja relación comercial que era manejada por las damas para asegurarse la sometida permanencia del marido, quien no podía dejar el tálamo nupcial sin antes haber pagado una indemnización por los servicios conyugales.

Otro diccionario, probablemente el Larausse, diga: Fue un obligado contrato recíproco que solía firmarse cuando los contrayentes dudaban de su amor. Fue también una manera de engrilletarse mutuamente para evitar la presencia de un tercero o una tercera.

Personas doctas han dicho que el matrimonio es la TUMBA DEL AMOR. Es la esclavitud de los sentimientos escritos sobre un vulgar papel con la certificación de un empleado del Registro Civil, quien sin conocer a los novios certificaba dicho acto a ciegas.

¡Señores! el amor necesita de misterio y locura para mantener su saludable temperatura. De lo contrario se torna en una aburrida relación, donde hasta el número de besos, coitos y arrumacos están cronológicamente establecidos en un calendario de obligaciones conyugales.

Ese mismo diccionario que aún no se ha redactado dirá: El matrimonio, fue una institución herida de muerte, cuando la mujer consiguió su independencia económica y el varón recuperó su inteligencia. Se imaginan, cómo de insufrible habrá sido para nuestras abuelas soportar a un viejo decrépito y rabo verde, paseándose por la cocina mientras alborotaba con el bastón a las empleadas, jajaja.

Qué duda cabe, que el matrimonio es una institución felizmente derogada en nombre de la libertad de ambas partes. La estadística dice que de cada diez que se casan, 02 se arrepienten antes de cumplir el año y desaparecen sin dejar rastro alguno; otros 03 huyen del tálamo nupcial para refugiarse en sus amores primerizos; otros 02 se divorcian por incompatibilidad de caracteres; 01 de cada diez resulta gay y los 02 que faltaban fallecen antes de las bodas de cartón, jajajaja.

Entonces no hay motivo para casarse. Es absurdo, que usted señorita o usted caballero desee hacer infeliz su vida. Hoy en día, está de moda el clic a lo Tula, el chape, el agarre o LA CONVIVENCIA A PLAZO FIJO, pero matrimonio, ¡ni loco!

En consecuencia, si el aludido ha quedado inteligentemente convencido por esta carta abierta, firmada por todo el Sindicato de Hombres Solteros y otros felizmente divorciados, le pedimos que vuelva a repensar su decisión. Matrimonio ¿para qué?

Es más sugiero, (y a ver si Luizar o Wilson, respaldan ésta propuesta legislativa) para crear un impuesto a los casados; tanta ingenuidad debe ser sancionada por la SUNAT. ¿Por qué? Pues, porque está demostrado que 9 de cada 10 casados se divorcian generando costosos trámites al Estado con saldo de heridos, damnificados y lesionados.

Hasta ahora ningún conviviente ha necesitado divorciarse. Los únicos que se divorcian son los casados. Por eso, para no divorciarse mejor no casarse. Pero si aún así decide casarse… reciba un abrazo afectuoso de alguien que sucumbió en la lucha. ¡Felicidades apreciado amigo!