lunes, 9 de junio de 2008

VELASQUEZ : EL CIRUJANO DEL VIDRIO

El Dr. Eudocio ha dejado por un momento su habitual lucha con la caries dental para mostrarnos una faceta distinta de su producción ligada al arte. El cirujano dental de casi cinco generaciones de cusqueños, aquel que solía hurgar en la boca ajena con la misma familiaridad con que uno mete la mano en su bolsillo, ahora nos deja nuevamente boquiabiertos, pues ha trocado el taladro hidroneumático por el buril del grabador.

Son trentisiete años de estar rasgando el vidrio con un diamante; con el tiempo ha logrado una destreza singular, a tal punto que escribe mejor con el buril que con un bolígrafo.

Todo empezó en 1973, casi accidentalmente, impulsado por el amor a su esposa. Había reparado tantos desastres de muelas quebradas, caninos destrozados o gigantes incisivos vampirescos, que decidió dedicarse a esculpir con delicado trazo vidriado el rostro de la persona que más amaba: su mujer.

Y así, unas veces arando sobre el vidrio y otras opacándolo fue poco a poco imprimiendo las imágenes que deambulaban por su mente. Unas veces eran los fantasmas positivados de saqras narigudos de la Mamacha Carmen. Otras veces fueron algunas figuras universales como La Piedad, con efecto de volumen y profundidad, seguidas de un Puente Carlos III en homenaje a su maternal Paucartambo.

En sus trazos hay la determinación de la acción sin retorno, de la irreversibilidad, de lo hecho sobre el vidrio que es imposible de borrar. En su no tan nueva pasión todo debe estar meticulosamente planificado, como ocurre con su vida. Cada trazo de su existencia ha sido una obra voluntaria y determinada por su vocación.

Sin embargo su arte es el más transparente y frágil del mundo, salvo que exista algún grabador en agua... En una ocasión viajando a Lima, cuentan las malas lenguas que había grabado el rostro de Mariategui. Lo llevaba con cierto temor y con mucha discreción, pero fue tanto el temor de que lo vieran portando al “Amauta” que al abrir el cartapacio cayó la frágil figura de José Carlos, quedando esparcido ante la mirada atónita de sus compañeros.

Pasado el momento de incertidumbre e indignación, los compañeros se lanzaron a recoger los pedazos del vidrio para guardarlo como un acto de fe... Bueno eso dicen las malas lenguas, pero no necesariamente fue así, jajaja.

Entre sus trabajos hay un cuadro a Víctor Raúl en mangas de camisa y sonriendo. Nunca Haya estuvo en mejores manos; manos leales, sentimiento inalterable en las buenas y en las malas. A él jamás se le ocurriría hacer cola en Carmen Kijllu para pedir un puesto de favor en la administración pública, aún siendo un derecho en su caso.

En sus trabajos están imbricados todos sus amores. Está el “Taytacha” , la pampa y la puna, las vicuñitas blancas relumbrando al sol. En sus obras, este “cirujano del vidrio” , de cabello plateado y generosa tolerancia política, parece entregarle a la vida un mensaje de inmortalidad.

Yo lo miro con mucho respeto, se da cuenta de mi abstracción y como tratando de sacarme de ese hoyo en el que suelo caer a menudo, me pide una opinión. Le digo que me perdone, no se la puedo dar, pues no soy critico de arte, tampoco grabador de vidrios y mucho menos compañero.

De mis labios sólo salen sinceras ironías que él las mastica como si fuera un dulce rocoto, pero jamás ha hecho un solo gesto de incomodidad. Lo que puedo decirle, es que el arte “per se”, para mi no tiene sentido, sino está construido sobre los huesos de una vida dedicada a transformar la sociedad. Tampoco sirve de nada un artista-político si no es capaz de mostrar con orgullo la feliz sonrisa de su familia.

Eudocio Velásquez Pilares, el “cirujano del vidrio” o tal vez el “dentista de la escultura”, es alguien admirado en silencio, puesto que su vida fue siempre un parco ejemplo de consecuencia, honradez, amor y belleza. Puedo no estar de acuerdo con sus ideas, pero como dijo Voltaire, “daría mi vida por hacerlas respetar”.(070608)