viernes, 7 de agosto de 2009

UN FRANCES RECORRE EL CUSCO (I parte)

Mucho insistimos diciendo que el Cusco es la meca del turismo, sin darnos cuenta que la actividad más lucrativa del Cusco, aún se halla en estado primitivo, larvario y mal concebido; explotado por unos cuantos mercaderes ávidos de hacerse ricos de la noche a la mañana y dejando de lado a los otros pocos que tienen alguna conciencia …

¿Qué son nuestros hoteles? Son apenas casonas viejas remendadas con barro y yeso, que milagrosamente están en pie manteniendo ese olor mohoso del siglo XVIII; con habitaciones ófricas y con un insectario de polillas estampillados a la pared.

Sus techos tienen los mapas húmedos de todos los países y de todas las imaginaciones. En cada esquina yace medio siglo, escondido y esperando que llegue la noche para cobrar vida.

Claro que hay otros edificios notables, de cemento y ladrillo importado, con vidrios especiales, puertas de pino chileno compradas en Ace Home Center, techo de metal, mullidas alfombras antialergicas y con todos los servicios incorporados, pero con un sólo gran defecto: para lograr eso tuvieron que destruir muros inkas, deformar la arquitectura, coimear arquitectos del INC o si alcanza el sencillo, comprarse a la Ministra del MINCETUR y de yapa a la Directora del INC.

Con todo, nuestro querido Cusco no deja de ser una ciudad del cuarto mundo, aspirando desesperadamente a ser un remedo de alguna ciudad europea. Pero lo curioso es que el gremio de empresarios turísticos presume de mucho y en realidad no pasa de ser una argolla que funciona a las órdenes de Perú Rail, Lan Chile o algunos de los poderosos hoteles que controlan el grueso de la actividad.

Permítanme ahora, contarles la historia de Jean BAptiste Marshall, un turista francés de 32 años, cuadraplejico (paralítico), cuya mayor ilusión de conocer el Cusco se hizo realidad hace algunos meses. El estuvo a comienzos de este año, año que pasará a la historia como el de la peste porcina, la crisis económica mundial y por si fuera poco durante el extraordinario y “honestísimo” gobierno del Sr Alan García.

Baptiste, no recorrió el Cusco como hace la mayoría de gringos, mediante una agencia de turismo que, prácticamente los secuestra y programa donde deben comer e incluso donde arrojar sus deshechos biológicos.

El francés, muy independiente, antes de nada para embarcarse al Cusco por Lan Chile tuvo que hacer una serie de trámites, con un mes de anticipación para que le acomoden en un asiento especial, lo cual consiguió gracias a su condición de ciudadano galo, (un francés en cualquier lugar del mundo es un turista especial).

Pero sus verdaderos problemas ni siquiera habían comenzado. Juan Baptiste, es un turista especial, está prácticamente atado a una silla de ruedas autopropulsada con energía eléctrica. ¡Vive en una silla eléctrica! Claro, es totalmente autónoma. Teóricamente con esa silla en su país no necesita de nadie. El estaba seguro que con esa silla tipo “automóvil” podría recorrer todo el Cusco, de extremo a extremo, auque sea lentamente.

Anhelaba desde sus paseos en los Campos Eliseos, ingresar a la Plaza de Armas, recorrer aquellos portales de factura colonial y tocar las piedras inkas que fueron saqueadas para construir los dos templos católicos, luchando uno frente al otro, en una absurda competencia de quien se alza más arriba.

Al llegar al Cusco dio una vuelta a la Plaza, esquivando los carros, haciendo quites, deteniéndose infinitos minutos mientras todos los carros pasaban delante suyo. Hasta que por fin logró ingresar al Portal Mantas, una vez que lo cargaron. Allí dio otras tantas vueltas, buscando la salida que no existía para las sillas de ruedas. Algún infeliz ingeniero planeó sólo la entrada y no la salida.

Con todos estos problemas le dio apetito, como dicen los extranjeros, (los cusqueños decimos que tenemos “hambre”). Quiso entrar de forma independiente a alguno de los restaurantes de 2 o 3 tenedores, fue simplemente imposible, salvo que unas cuatro personas se animen a levantar su silla de ruedas motorizada. Todos los restaurantes tienen gradas por aquí, peraltes por allá, felpudos que son trampas y casi siempre varios adornos huachafos en la puerta.

Baptiste, no tuvo más remedio que contratar cuatro personas para que lo alcen en vilo y lo introduzcan, porque ese carrito en el que anda pesa tanto como un “tico”. ¡Propina para todos! Eso es lo bueno, aquí siempre hacemos algo por una voluntaria propina.

Por la tarde su desgracia fue creciendo. Quería encontrar un hotel sin esas trampas para una persona con discapacidad. Tuvo que “andar” más de 3 horas. Ya dentro, descubrió que el baño era muy pequeño, que el espejo estaba muy arriba, la cama demasiado alta, en fin…

Visitar Machupicchu fue una proeza comparable con la Toma de la Bastilla. Para ir en tren, pague usted 250 dólares más. Para subir a Machu, un ómnibus exclusivo, que gracias a CONSETTUR fue posible. Pero ¿Ingresar a Machupicchu? Eso si ya era como entrar al cielo, después de unos pecaminosos carnavales brasileños.

¡NO! Fue la palabra que pronuncio el encargado del INC. Pero “mesie” vea usted aquí tengo cuatro ayudantes que me han de cargar sobre una manta. ¡Nada! ¡No, señor! ¿Una generosa propina o coima, tal vez ayude? Hum, este, bueno más tarde tendría que ser…Ahora está el jefe.

Jean BAptiste, aún así ama al Cusco. Por esas ironías de la vida, es un empresario turístico. Sólo atinó a mover la cabeza, suspirar y decir para sus adentros: “Si así me tratan, como tratarán a los pobres cojos del Cusco”.

Y es que el Cusco es una ciudad bella para el visitante común, pero hay de aquel que tenga alguna discapacidad o sea medio “tautinko”, ese pobre ¡no pasa!

Y pensar que hay muchos “empresarios”, de esos que se volvieron ricos vendiendo los chullos que compraban a los campesinos a 5 soles, en 25 euros; es decir explotando y que ahora por tener un par de pálidas estrellas, se creen los grandes empresarios turísticos. ¡Ah!, nos falta mucho…