jueves, 1 de octubre de 2009

KAPUSCINSKI Y LOS PERIODISTAS.


KAPUSCINSKI Y LOS PERIODISTAS.
El gran periodista bieloruso Ryszard Kapuscinski, en su libro “Los cínicos no sirven para este oficio”, dice muchas cosas conmovedoras sobre el periodismo contemporáneo. Tal vez muchos colegas no crean porque han visto demasiados bribones disfrazados de periodistas, pero aún así es importante decir un par de cosas. ¡No importa si creen o no! Finalmente ese es un problema de cómo se ubica cada uno en este escenario profesional.
Kapuscinski, el maestro del periodismo mundial, hombre que participó arriesgando su vida en la cobertura periodística de los sangrientos sucesos de la independencia de África, con todas sus guerras fratricidas a cuestas, dice cosas que deseo compartirlas con los jóvenes periodistas, en quienes aún brilla la esperanza de cambiar algo.
Insisto en los jóvenes, porque los viejos, salvo algunos, están más preocupados en moler su consciencia para convertirlo en un mullido cojín donde sentarse plácidamente sin sentir los problemas éticos.
Los jóvenes son la única fuerza del cambio. Su idealismo es la fuerza creadora. Su pasión, es la energía necesaria para echar a andar nuestro mundo de papel, que un día se hará realidad.
RK Decía: “Si un periodista se enriquece es que algo funciona mal”. La riqueza es un pésimo síntoma dentro del periodismo moral y comprometido. De ello podemos deducir que quien se mete a esta profesión no lo debe hacer pensando en enriquecerse, porque con toda seguridad esa riqueza será el precio de su silencio, la complicidad, el mercenarismo o cuando no, de cosas peores.
Lo único que se puede esperar de esta profesión es gozar del aprecio de la gente, tal vez el respeto de los enemigos, una familia orgullosa y una muerte silenciosa y digna.
El buen periodista es, no sólo el que escribe o habla bonito, y se marcha apenas terminada la nota, dejando abandonados a sus protagonistas en el mismo desamparo como los encontró. Es más bien, el que vive con ellos, el que siente el drama ajeno como un compromiso personal y como insumo fundamental del reportaje.
La ego-vanidad es otro problema frecuente en el periodista de hoy, tan grave como podría ser una pandemia en el planeta de las noticias. Nadie más que el periodista es tan vanidoso como para creerse infalible.

A propósito seria bueno recuperar esa vieja costumbre romana de poner a alguien recordándonos constantemente esa sentencia inevitable: “Eres humano, eres mortal”
El buen periodista no es sólo el que denuncia infatigablemente, sino también es el que construye con la palabra, los sueños de un pueblo, los ideales que algún día se harán realidad.
La soboneria es un pecado capital. Si un periodista es sobón, mejor que se convierta en waype o jefe de campaña de alguna agrupación política, pero jamás periodista.
Si un periodista no lucha por sus ideales de justicia, es una piltrafa humana. Es mejor equivocarse por querer hacer lo justo, incluso ser despedido del periódico o del canal por publicar una noticia, que permitir el triunfo del silencio.
Frecuentemente escuchó: “No, en mi canal no pasa esa denuncia porque esta empresa tiene su publicidad y mi jefe ya se vendió”. Si el novel gacetillero no hace algo para corregir esa situación, mejor que no se queje de la corrupción actual, porque el primer culpable es él.
Colegas periodistas, no tengan vergüenza de caminar a pie por las calles, pateando latas y comiendo polvo. Es el precio de vuestra dignidad. Nunca tengáis vergüenza de esperar el colectivo en la esquina, contando centavo a centavo el pasaje.
Cuando llegue el momento de elogiar, si es que llega ese momento, háganlo con la gente más humilde, con aquella a la cual vuestras palabras servirán de bálsamo para curar sus heridas causadas por la ingratitud o la injusticia.
Sean más comunicativos con vuestras familias. Ellos también, así como el público tienen derecho de ser escuchadas. Jamás les mezquinemos el tiempo, porque sucede que debido a la naturaleza de nuestro trabajo, muchas veces creemos que estamos resolviendo los problemas del mundo, sin darnos cuenta que los nuestros también esperan una palabra de aliento.
El día que sintamos a la humanidad como nuestra verdadera familia, ese día habremos descubierto el auténtico sentido del periodismo.
En un mundo, donde el venderse para defender al narcotraficante o al criminal, resulta tan frecuente y tan legal. En un mundo, donde todos aspiran a ser autoridades rentadas y sumisas para usufructuar del poder. En un mundo donde nadie hace nada si no le pagan una comisión, donde todos sueñan egoístamente, quizás este tipo de periodismo sea la última esperanza idealista de salvar al mundo.
¡Feliz día Kapuscinskis!