lunes, 24 de agosto de 2009

BAGUA Y SICUANI: UN GRAN RETO PARA LA NEO IZQUIERDA


Después de los sucesos de Sicuani , ya nada puede ser igual en el Cusco. Y después de los sucesos de Bagua, ya nada es igual en el Perú. El hecho, sin embargo, es que ambos movimientos tuvieron orientaciones absolutamente distintas y justificaciones de diferente naturaleza. Pero de ambos casos la población extrae una lección que “el pueblo unido jamás será vencido”. Hace poco escuche a un ambulante que era intervenido por la Policía Nacional decir a voz en cuello, gritando como un insulto: ¡Por qué no se van a Bagua! O por lo menos “a Sicuani”, dije en silencio.
En Sicuani, el movimiento fue dirigido por antiguos militantes y sindicalistas de izquierda en ánimo de volver al protagonismo del que fueron desplazados tanto por su propia ineptitud como por los cambios del mundo en los años ochenta.
La región del Cusco es mayoritariamente indígena. Ese es un hecho incontrovertible, aunque los censos no lo muestran de manera tan explícita. Según un especialista en el tema, en el ámbito departamental se hace uso de por lo menos nueve lenguas tradicionales, muestra evidente de una extraordinaria diversidad cultural. Del mismo modo, los ecosistemas van desde montañas nevadas de más de 6000 metros de altitud hasta bosques ecuatoriales a menos de 400 metros. Es razonable que, en esta amplia multiplicidad de ambientes naturales, los pobladores y los recursos naturales establezcan relaciones que no siempre van a tener enfoques de acción uniformes ni propuestas de desarrollo únicas.
Repitiendo la historia, las pugnas por el manejo de los recursos estratégicos involucran de manera frontal a los pueblos indígenas y a sus entornos ecosistémicos. El reciente conflicto de Sicuani es un caso interesante para ver algunos componentes de la compleja coyuntura: El Gobierno decide poner en marcha el viejo proyecto Salcca-Pucara, en las alturas de Combapata, y la población se le opone, provocando un corte de comunicaciones entre el Cusco y el sur del Perú.
Los dirigentes del Frente de Defensa de Canchis, muchos de ellos antiguos camaradas reciclados, utilizan el resentimiento acumulado de la población contra un gobierno que nunca los tomó en cuenta. De esta forma las organizaciones civiles de la provincia se lanzan a una huelga cuyo principal punto fue la oposición a la construcción de la central hidroeléctrica.
Ciertamente, el proyecto de construcción no previó todas las implicaciones de una construcción de tal magnitud y naturaleza sobre la subregión. Es evidente que, de construirse la hidroeléctrica, se va a cambiar toda la configuración socioeconómica de la cuenca del Salcca, comprometiendo a parte de la cuenca del Vilcanota. Pero es también cierto que los argumentos de los promotores del Salcca-Pucara han empleado recursos vedados que han excitado la moral publica; pues los acusan de haber argumentado cosas absurdas que jamás las he escuchado como por ejemplo que el agua turbinada no es apta para el riego, porque sale caliente y quemada por la electricidad.
Es igualmente cierto que detrás de las organizaciones sociales de Canchis, formadas mayoritariamente por campesinos y ex campesinos quechuas, se movían intereses políticos de partidos que están acumulando fuerzas para las próximas confrontaciones políticas, nacionales, regionales y locales. Lo más fácil en este momento es, es exhibir la ineptitud del aparato del Estado para atender las demandas de la población, y hacer uso del desprestigio –bien ganado– del gobierno. En cualesquier casos, hay una utilización de las necesidades de los pueblos indígenas para lograr metas políticas de coyuntura, gracias a la sordera del gobierno. El incendio de las instalaciones de la aduana de Sicuani es otro caso: una población cuya economía comercial depende extremadamente del contrabando que se filtra desde las fronteras del sur, no necesariamente considera que la aduana sea una institución suya, mucho menos, cuando está administrada por funcionarios y agentes corruptos y prepotentes.
Menciono el caso de Sicuani sólo para evitar mayores desencuentros entre la población tradicional y el Estado. La agenda indígena del presente debe considerar este hecho. Si los pobladores tradicionales no impulsan el surgimiento de líderes propios con claridad estratégica y con capacidad de negociación, hipotecarán fácilmente sus demandas y sus planes de desarrollo estratégico a los cazurros políticos del momento.
Amigos, ninguna sociedad se desarrolla sin recurso humano calificado. Ningún movimiento indígena o izquierdista logrará madurar si no tiene un auténtico equipo inteligente.
Esto es más urgente, cuando se ve que las próximas confrontaciones en el mundo (no sólo en la región o el país) se van a dar en la lucha por los recursos estratégicos de actual demanda: agua, higiene ecológica, bosques, energía…