jueves, 17 de julio de 2008

EL CHAVO Y LA SEMIÓTICA DE LA ESTUPIDEZ


El programa del Chavo del 8 nos demuestra que se puede ser un programa cómico de éxito mundial, maltratando permanentemente a un niño, que es golpeado en la cabeza cada 10 minutos, sin que nadie, ni siquiera la UNICEF diga algo al respecto.

El Chavo del 8, desde una lectura semiótica tiene la característica de ser una delicada apología de violencia social reinante. Nos echa en la cara la realidad tragicómica del continente y aún así, a despecho de nuestra vergüenza, esbozamos una angelical y espontánea sonrisa que perdona todo a cambio de una pizca de alegría.

Al Chavo lo golpea Don Ramón, después lo hace Quico el niño bien y también Chilindrina, la niña mitómana que siempre se sale con la suya. Muchos no se han dado cuenta, pero este programa, exitoso en términos de comicidad, transmite un mensaje nocivo para la niñez, pero muy cómico.

Al Chavo le meten de cocachos. Doña Florinda lo margina por su pobreza y así entre programa y programa nos convence de que la discriminación y la violencia es cosa común y aceptada en todo el mundo, porque como dice Don Ramón nadie se muere por un coscorrón.

Ese programita aparentemente inocuo, hace apología de la discriminación con aquello de que “no te juntes con esta chusma” y sin embargo, en toda nuestra América morena ¡qué gran programa es!

El chavo del 8 nos ha permitido reírnos de nuestras cotidianas estupideces. Nos reímos de cómo pegan al chavo, que es la constante, el leiv motiv del programa. Se ve a diario cómo otro niño presumido y adinerado puede faltarle el respeto sin ningún inconveniente e incluso meterle un golpe a Don Ramón que dada su educación de pobre jamás reclamará nada a Doña Florinda, la “pituca enamorada”.

No me extraña que el Chavo del 8 haya conseguido tantas distinciones en un país de analfabetas funcionales, como es el Perú. Un país donde se rinde pleitesía a todo aquello que vaya apadrinado por la televisión, que hace milagros como por Ej. convertir a un imbecil en un genio y a un genio en un imbecil perfecto.

Adrede he dejado que transcurran estas dos últimas semanas, donde han llovido homenajes de todo tipo para el guionista y actor Roberto Gómez Bolaños, que como artista podrá ser bueno, eso no discuto; pero el mensaje semiótico que transmite es tremendamente perjudicial para la niñez puesto que abona la cultura de violencia infantil que sacude nuestro continente y nadie dijo ni una palabra.

Vi como el Congreso Legislativo los homenajeo a él y a doña Florinda. Pero jamás harían nada por un Jorge Basadre, Manuel Chávez, Víctor Angles, Barreda Murillo, Juan Bravo, Efraín Ruiz Caro o Cesar Hildebrant, ahora sepultado en vida por la incomodidad que causa a esa casta de ignorantes.

Doña Florinda, maltrata a esos periodistillos limeños ávidos de obtener cualquier chistosidad barata, sin que para ello importe la dignidad, el sentido común o algo. ¡Es noticia y hay que conseguirla a cualquier precio!

Pero esa misma prensa ávida, minuciosa, persecutora implacable es incapaz de investigar la podredumbre moral del país. Esa prensa, de la cual muchos sentimos vergüenza, es capaz de esconderse 3 horas en el baño del sótano del Sheraton con tal de grabar dos bobadas del muy risueño Chavo.

Lo peor de todo es que nadie, dijo una palabra discordante con este funcionalismo mediático. Pocos saben que esta fanfarria publicitaria en la que han caído, congresistas, obreros, políticos y periodistas comenzó con la promoción efectuada por un canal de TV Mexicano que tiene retransmisoras dóciles en el Perú.

En fin, está visto que para ser un hombre de éxito en el Perú, no importa lo que hagas sino cómo lo haces. ¿Y dónde queda la ética? ¿Dónde queda la Convención por los Derechos de los Niños y Adolescentes? ¿Donde están las 150 ONGs peruanas que protegen los derechos infantiles?

Roberto Gómez Bolaños, no tiene la culpa de existan tantos imbeciles en el mundo dispuestos a agachar la cabeza, como ocurrió en el Congreso Peruano. Así son algunos, pertenecen a esa extraña raza que se ríe cuando ve a un viejecita caerse de poto, o cuando un ciego se rompe la cabeza al tropezarse.
Eso somos, un país que goza con la violencia, celebra la pendejada y esconde su dignidad. Sólo falta que las HERMANAS BERNAOLA, (las conejitas de Play Boy) sean homenajeadas en el dormitorio del Palacio de Gobierno, jajaja (150708)